miércoles, 11 de mayo de 2011

Coche(biscuter)

No sería posible describir los años cincuenta en España sin el Biscuter dada su popularidad ya que significó el acceso del españolito a un vehículo de cuatro ruedas. Con un coste de 25.000,- Ptas "sólo" representaban el sueldo de 3 años cuando para adquirir un caro vehículo importado se necesitaban casi las 100.000,- Ptas de la época (un sueldo aproximado de unos 10 años).

El principio de la historia: Pese a lo que significó en la España de la posguerra y a su arraigo popular (que dio lugar a chistes, chascarrillos como "es más fea que un Biscuter", etc.) fue obra de un ingeniero francés: Gabriel Voisin pionero de la aviación (construyó el primer aeroplano que voló sobre Europa) y fabricante de vehículos en Francia, que en 1920 diseñó un microcoche llamado "Sulky" de motor dos tiempos trasero que finalmente no se produjo. Una vez terminada la segunda guerra mundial Voisin empezó a trabajar otra vez en la idea del cochecillo de dos plazas y durante los años 1947/48 diseñó un nuevo vehículo de carrocería monocasco de aluminio fabricada por Potez y motor delantero de dos tiempos 125 cc marca Gnome & Rhone (quien debía de producir el vehículo) que fue presentado en el Salón de París de 1949 bajo el nombre de Biscooter. El pequeño Voisin fue un gran éxito y se llegaron a admitir casi 1.500 pedidos en firme, aunque un estudió de mercado posterior no aconsejo su producción, lo que unido a las desavenencias de Voisin con Gnome Rhone parecía indicar que el proyecto quedaría en el más absoluto de los olvidos, pero un grupo de empresarios españoles supo ver las posibilidades que el vehículo tendría en una España sedienta de motorizarse y se adquirió la patente a la empresa francesa "Compagnie Aeromecanique Francaise" para comenzar su producción en España.

Coche de gasogeno

  

Este coche era el que se utilizaba en  españa en los antiguos años de crisis
La difícil situación en la que se encontraba nuestro país al final de la Guerra Civil, con una gran escasez de combustible debida en gran medida al inmediato estallido de la Segunda Guerra Mundial, hizo que durante toda la década de los años cuarenta se modificaran infinidad de vehículos para circular con este sistema: desde autocares, hasta automóviles, camiones e incluso tractores y alguna motocicleta. En los camiones y autocares las calderas y depósitos se acoplaban mejor, por su mayor espacio disponible, aunque en algunos automóviles todo el sistema se instalaba en un remolque. Lo asequible de la tecnología hizo que cientos de talleres se dedicaran a fabricar este tipo de artilugios, un ámbito en el que participaron desde pequeños talleres locales hasta grandes marcas como las filiales españolas de Ford, Renault o Michelín. 




La querra de ifni

Apareció el marroquí con un borrico, seguido por otras dos personas. Cuando los militares españoles les dieron el alto, empezaron a disparar. Disparaban los tres marroquíes, pero también disparaban otros desde las casas próximas y muchos más que debían llevar horas emboscados en los palmerales de las riberas. El cauce seco, que hasta ese momento había estado sumido en una oscuridad apacible, se iluminó como el infierno. Los españoles respondieron con sus armas, a discreción. Uno de ellos, que hacía guardia en los polvorines, cayó muerto. Quince minutos más tarde, los disparos cesaron tan súbitamente como habían empezado. Entonces cuatro soldados se aventuraron por la ribera derecha, con la intención de sorprender a los rebeldes por la espalda. Avanzaban entre tinieblas. Un subfusil crepitó y la ráfaga abatió a los tres primeros. Aun herido, uno de ellos pudo lanzar una granada contra el lugar desde el que les habían disparado. El que había quedado ileso aprovechó la explosión y se lanzó sobre el rebelde emboscado. La lucha era cuerpo a cuerpo. Todo terminó cuando el soldado herido que había lanzado la granada logró recuperar su fusil y, de un tiro en la cara, acabó con el marroquis.
Franco ordenó precaución para no enfadar a Marruecos.El verano de 1957, la tensión era máxima. Muchos militares nativos se pasaban al enemigos
La misera de la tropa era tal que hubo que permitir que los soldados desfilaran en alpargatas
Sitiados en la loma, los españoles aguantaron seis días bebiendo su orín y chupando plantas
Así comenzó la última guerra librada por España en Marruecos. Sucedió en las afueras de Sidi Ifni a las seis menos cuarto de la madrugada del 23 de noviembre de 1957. Por orden de Franco, la opinión pública nunca fue informada de las dimensiones del conflicto, que se extendió al Sáhara y provocó 198 muertos, 574 heridos y 80 desaparecidos entre los soldados españoles que protegían las colonias y un número indeterminado de bajas entre los partisanos marroquíes del Ejército de Liberación que trataban de desalojarlos.

Ifni era entonces un destino codiciado por los militares profesionales. La independencia de Marruecos, proclamada poco más de un año antes, había dejado huérfanos a miles de africanistas. Como el propio dictador, ellos habían hallado en el país vecino una vía rápida para ascender, sueldos que duplicaban a los de sus compañeros de la Península y un prestigio social impensable en la metrópoli, donde sólo podían aspirar al pluriempleo. Finiquitado el Protectorado del Norte y expulsados del Rif y del Yebala, sólo les quedaban Ifni y el Sáhara para continuar disfrutando de una sociedad a su medida. Las dos colonias olvidadas se habían convertido en su último refugio.