miércoles, 11 de mayo de 2011

La querra de ifni

Apareció el marroquí con un borrico, seguido por otras dos personas. Cuando los militares españoles les dieron el alto, empezaron a disparar. Disparaban los tres marroquíes, pero también disparaban otros desde las casas próximas y muchos más que debían llevar horas emboscados en los palmerales de las riberas. El cauce seco, que hasta ese momento había estado sumido en una oscuridad apacible, se iluminó como el infierno. Los españoles respondieron con sus armas, a discreción. Uno de ellos, que hacía guardia en los polvorines, cayó muerto. Quince minutos más tarde, los disparos cesaron tan súbitamente como habían empezado. Entonces cuatro soldados se aventuraron por la ribera derecha, con la intención de sorprender a los rebeldes por la espalda. Avanzaban entre tinieblas. Un subfusil crepitó y la ráfaga abatió a los tres primeros. Aun herido, uno de ellos pudo lanzar una granada contra el lugar desde el que les habían disparado. El que había quedado ileso aprovechó la explosión y se lanzó sobre el rebelde emboscado. La lucha era cuerpo a cuerpo. Todo terminó cuando el soldado herido que había lanzado la granada logró recuperar su fusil y, de un tiro en la cara, acabó con el marroquis.
Franco ordenó precaución para no enfadar a Marruecos.El verano de 1957, la tensión era máxima. Muchos militares nativos se pasaban al enemigos
La misera de la tropa era tal que hubo que permitir que los soldados desfilaran en alpargatas
Sitiados en la loma, los españoles aguantaron seis días bebiendo su orín y chupando plantas
Así comenzó la última guerra librada por España en Marruecos. Sucedió en las afueras de Sidi Ifni a las seis menos cuarto de la madrugada del 23 de noviembre de 1957. Por orden de Franco, la opinión pública nunca fue informada de las dimensiones del conflicto, que se extendió al Sáhara y provocó 198 muertos, 574 heridos y 80 desaparecidos entre los soldados españoles que protegían las colonias y un número indeterminado de bajas entre los partisanos marroquíes del Ejército de Liberación que trataban de desalojarlos.

Ifni era entonces un destino codiciado por los militares profesionales. La independencia de Marruecos, proclamada poco más de un año antes, había dejado huérfanos a miles de africanistas. Como el propio dictador, ellos habían hallado en el país vecino una vía rápida para ascender, sueldos que duplicaban a los de sus compañeros de la Península y un prestigio social impensable en la metrópoli, donde sólo podían aspirar al pluriempleo. Finiquitado el Protectorado del Norte y expulsados del Rif y del Yebala, sólo les quedaban Ifni y el Sáhara para continuar disfrutando de una sociedad a su medida. Las dos colonias olvidadas se habían convertido en su último refugio.

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